El martes amaneció con una claridad que se correspondía perfectamente con el nuevo estado mental de Isabel. La resaca emocional del fin de semana se había disipado, reemplazada por una calma y una determinación que no había sentido en mucho tiempo.
Su mañana de trabajo fue impecable. Estaba concentrada, era eficiente, tomó decisiones con una rapidez y una seguridad que incluso impresionaron a Samanta en su videollamada matutina. Un simple mensaje de "Buenos días" de Jared, que apareció en su teléfono a primera hora, fue todo el combustible que necesitó. No era un vértigo, era un ancla.
A las tres de la tarde, cerró su portátil. Se duchó y se vistió para su reunión. No hubo dudas frente al armario. Eligió unos pantalones negros de corte perfecto y una blusa blanca de seda. Un atuendo profesional, sereno, casi neutral. No estaba vistiéndose para una cita ni para una batalla. Se estaba vistiendo para cerrar un trámite.
Condujo hacia el distrito financiero, sintiéndose dueña de sus emocion