El lunes por la noche, a las ocho en punto, sonó el timbre. Isabel respiró hondo, una última vez, y abrió la puerta.
Jared estaba allí, y la visión le robó el aliento por un segundo. Llevaba una camisa azul oscuro, arremangada hasta los codos, y unos pantalones grises. Casual, pero impecablemente elegante.
No hubo un "hola" al principio. Sus ojos se encontraron y la electricidad fue instantánea. Él dio un paso adentro, dejando la botella de vino en una mesita cercana, y la atrajo hacia sí por la cintura. El saludo fue un beso profundo, un beso que no era una pregunta, sino una afirmación. Un beso que decía "te he echado de menos todo el día". Isabel se rindió a él, sus manos en su nuca, devolviéndole la intensidad, perdiéndose en el sabor a menta y a la promesa que era él.
Pero mientras lo besaba, una imagen fugaz cruzó su mente: la cara de Alexis, su mirada triste en el jardín. Se sintió desleal. Su cuerpo estaba allí, con Jared, pero una parte de su mente estaba en la conversación q