Ravenna prepara la gala
En Roma, el antiguo palacio renacentista brillaba bajo mil lámparas de cristal. Hombres uniformados decoraban con máscaras gigantes, banderas y mesas cubiertas de copas de vino añejo. La Reina Roja recorría el lugar con paso firme, su vestido carmesí arrastrando un leve eco contra el mármol.
—Que nadie entre sin máscara. Que nadie hable sin presentarse. —ordenaba sin necesidad de alzar demasiado la voz—. Esta noche no solo es un baile, es un juicio.
Su mano derecha, un hombre alto con cabello gris, se inclinó para susurrarle:
—Señora, todos los capos confirmaron asistencia. Los Leone también.
Ravenna asintió, pero sus ojos ocultaban un torbellino.
—Quiero que vean poder, no debilidad. Y si alguien osa cuestionar mi alianza con Leone, que recuerden que la Reina Roja no se deja engañar ni doblegar.
Por un instante, cuando quedó sola frente a uno de los ventanales, acarició la máscara roja que descansaba en sus manos.
—Arianna… hija mía… si supieras que cada uno d