ITALIA
Búnker de Volkov, Costa Adriática
El mar rugía al otro lado del acantilado, invisible pero furioso.
Dentro del búnker, el aire olía a pólvora y desesperación.
Decenas de fotos de Arianna cubrían las paredes: bailando, sonriendo, dormida en los brazos de Greco.
Había velas encendidas frente a cada una, como si fuera un altar pagano.
Volkov se sentó en la penumbra, con la camisa abierta y las manos manchadas de tinta y sangre.
Su respiración era pesada, el rostro ojeroso, el brillo en sus ojos era el de un hombre que ya no distinguía el amor de la locura.
—Mi bailarina… —susurró mirando una de las fotos—.
Greco cree que ganó, pero solo baila sobre mi sombra.
Un teléfono vibró en su escritorio.
Era Sergei.
—Patrón, los hombres están listos. Los polacos se unieron, los ucranianos también.
Las calles ya corren con la noticia: hay cien millones en oro para quien encuentre a Arianna Leone.
Volkov sonrió, torcido.
—Perfecto. Que el infierno huela a oro, Sergei.
El oro siempre atrae a