📍 Mansión de la Reina Roja, sala privada
Las cortinas eran de terciopelo rojo, pesadas, y el aire estaba impregnado de incienso mezclado con el aroma del vino añejo. Una lámpara de cristal iluminaba la sala, proyectando destellos sobre la máscara que Ravenna llevaba aún puesta, aunque la tensión en sus manos delataba lo que estaba por ocurrir.
Frente a ella estaban Greco y Dante. Ambos de pie, firmes, como leones listos para embestir. Ravenna, en cambio, permanecía sentada, observándolos con la calma letal de quien sabe que controla la sala.
Greco rompió el silencio. Su voz fue grave, dura como acero:
—No vinimos a hablar de negocios esta vez. Quiero la verdad. Todo sobre los Veltri.
Los ojos de Ravenna, tras la máscara, parpadearon apenas.
—El apellido Veltri murió hace más de tres décadas —respondió con un tono controlado, aunque había un filo de incomodidad—. Nadie lo recuerda.
Dante dio un paso adelante, sus brazos cruzados, la voz firme:
—Nadie… excepto tú. Y ahora tu hija.
Rave