Capítulo 16.
POV MARTINA.
Desde el momento en que llegamos a la celebración, supe que algo en el aire había cambiado. No era por error. No porque me confundieran con Manuela. Esta vez, las miradas eran mías. Apenas cruzamos el salón, sentí el peso de todos los ojos sobre mí: curiosos, críticos, sorprendidos. Las mujeres analizaban cada detalle de mi vestido. Los hombres, incluso los que estaban con sus esposas, me seguían con la mirada. Y los murmullos comenzaron, primero discretos, luego más notorios.
Era una corriente de comentarios, suspiros y envidia. Santiago lo notó de inmediato.
Lo sentí en la manera en que su brazo se ciñó un poco más fuerte a mi cintura. Ese gesto suyo tenía tantas capas: protección, orgullo, advertencia. Supe entonces que no era solo una muestra social; era su manera de decir esta es mi esposa.
—Estás robando todas las miradas —susurró en mi oído, su voz baja, ronca.
—¿Envidia? —repliqué con una sonrisa contenida.
—Mucha —contestó, depositando un beso en mi frente—. Y me