Capítulo 15.
POV MARTINA
Desde esa noche, algo cambió entre nosotros. No se trató solo del beso ni de sus manos explorando mi piel como si temiera romperme. Fue su mirada. Esa forma en que me observó… como si por fin comprendiera que yo no era ella. Que nunca lo fui. Santiago comenzó a comportarse diferente conmigo.
O tal vez fui yo quien empezó a notarlo. Cada gesto suyo tenía un peso distinto: un roce más largo, una palabra más suave, una sonrisa que parecía decir más de lo que debía. Me miraba como si el mundo se hubiera detenido solo para observarnos.
Y yo… decidí dejarme sentir.
Sin miedo. Sin culpa.
Los días junto a él dejaron de ser una rutina forzada. Comenzaron a sentirse como un refugio.
En el hospital, mi vida seguía con el mismo ritmo caótico —pacientes, urgencias, cansancio—, pero cada noche sabía que, al regresar, alguien me esperaría.
Santiago.
Nuestra relación ya no era un papel firmado ni un contrato heredado de un error ajeno. Era algo que se construía con silencios cómodos, con