POV MARTINA

No sé en qué momento decidí dar ese paso. Quizás fue por la mirada que me lanzó durante la cena, o por la manera en que esperó por mí mientras yo terminaba de ordenar unos documentos. O tal vez fue simplemente porque ya no podía seguir fingiendo que no pasaba nada… cuando dentro de mí pasaba de todo. Esa tarde, después de mi turno en el hospital, seguía con la cabeza hecha un nudo. Las imágenes de Manuela riendo con aquel hombre frente al casino no se me iban de la mente. Había pasado toda la noche pensando en ello, preguntándome cómo llegamos hasta ese punto. Cómo una de nosotras terminó casada por obligación y la otra, perdida en un mundo tan oscuro. Por primera vez en mucho tiempo, sentí compasión y rabia al mismo tiempo. Y miedo. Miedo de verme en ese mismo espejo de autodestrucción si seguía reprimiendo lo que realmente sentía.

Cuando llegué a la mansión, el ambiente era distinto. Santiago estaba en casa temprano. Me observó cuando crucé la puerta, pero no dijo nada.