C87: Ya no soporto verla así.
Un mes después, el cuerpo de Azucena comenzó a cambiar de nuevo, y con él también lo hicieron las decisiones de Milord. Al enterarse de que estaba embarazada, la reacción del Alfa no fue de ternura ni de alivio, sino de desconfianza. No soportaba la idea de que ella pudiera atentar nuevamente contra su vida, por lo que dispuso un nuevo guardián a su lado. A diferencia del primero, este elfo, de nombre Lorien, había sido castrado para hacer el trabajo.
La función de Lorien era clara: custodiarla día y noche, evitar que se lastimara y, sobre todo, informar cada detalle de sus acciones. Milord debía estar enterado de todo lo que ocurría con Azucena, incluso de lo más mínimo, y Lorien no podía permitirse fallar. El precio del silencio o de la mentira era el calabozo, donde las torturas convertían los huesos en polvo y la voluntad en cenizas.
Consciente de ese destino, Lorien hizo exactamente lo que se le ordenó. Vigilaba a Azucena, la acompañaba en sus rutinas y anotaba mentalmente cada