Con la autorización concedida, Elenya comenzó a preparar el antiguo ritual. Este no era un simple acto de magia, sino un procedimiento milenario que ataba el cuerpo y el alma de una persona a su dueño. En otras palabras, era un vínculo de sometimiento. Se trataba de un método que, durante generaciones, el Rey de Sterulia había utilizado para someter a sus esclavos, asegurándose de que ninguno de ellos tuviese la voluntad ni el coraje de traicionarlo. La finalidad era clara: fidelidad y obediencia.

El proceso exigía que el esclavo reconociera al rey como su único amo. Una vez hecho esto, un símbolo aparecía de manera visible en la nuca de la persona marcada: una figura semejante a un ave fénix, emblema sagrado del Reino de Sterulia. Sin embargo, no se trataba de una imagen perfecta o minuciosa del ave; más bien, era una representación estilizada, una silueta que evocaba su forma y su poder. Esta marca no era solo un adorno ni un sello estético, sino un conjuro que vinculaba al portador