C32: Tu nuevo amo.

Askeladd permanecía allí, imponente y en silencio, observando cada detalle con la mirada fija en la Loba Roja.

—Entiendo —respondió Azucena tras escuchar las explicaciones de Elenya—. ¿Qué tengo que hacer?

Elenya se incorporó despacio, y de entre los pliegues de su túnica extrajo una daga ceremonial. La hoja, larga y estrecha, era de un acero ennegrecido por los años, con inscripciones apenas visibles que parecían moverse bajo la luz del fuego. El mango estaba recubierto de cuero viejo, y en su pomo, incrustada en metal oscuro, brillaba una piedra rojiza que parecía contener un resplandor interno, como si una brasa viviera dentro de ella.

Elenya presentó el arma ante Azucena.

—Tómala —ordenó.

Azucena la recibió con las dos manos, sintiendo el frío de la hoja y el peso extraño de la reliquia.

—Debes cortarte y dejar que tu sangre se derrame sobre el símbolo —explicó Azucena—. Mientras lo haces, repetirás las palabras que yo pronuncie.

Azucena asintió, tragando saliva. Sin apartar la v
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