Askeladd sostuvo a Azucena entre sus brazos, observando su rostro pálido y aún inconsciente. Su expresión permanecía impasible, pero en su interior un hilo de inquietud se abría paso; no le agradaba la idea de que la loba roja permaneciera inmóvil por tanto tiempo.
—¿Tú crees que eso en verdad podría funcionar? —preguntó, dirigiéndose a Elenya.
Elenya, de pie frente a ellos, respiró hondo y entrelazó los dedos con gesto pensativo.
—No lo sé, Gran Alfa… —dijo con honestidad—. No estoy segura, pero podríamos intentarlo. Llevaremos a cabo el ritual de sometimiento que puede hacer que la Loba Roja quede completamente bajo su poder. Eso la convertiría en su esclava y sería la forma más segura de tener control absoluto sobre ella. Pero este control no depende solo de la magia: ella misma debe aceptarlo a usted como su verdadero amo. Eso es lo más importante. Si en su corazón lo reconoce como su dueño, entonces el collar dejará de obedecer a la sangre del Alfa Milord. En ese momento, usted