C13: Las cosas no se harán como tú quieres.
Para Azucena, aquello era un desafío en toda regla. En sus palabras había un mensaje claro: si no resistía su primer contacto íntimo con él, por lógica, no habría segunda oportunidad.
Su respiración se volvió más agitada mientras colocaba las manos sobre el torso de Askeladd. Sentía bajo sus palmas la firmeza de su cuerpo, cubierto por un abrigo que, aunque no grueso, resguardaba lo suficiente. Él no necesitaba más, pues estaba acostumbrado al clima gélido y despiadado de Sterulia.
Azucena intentó quitarle el abrigo, pero antes de que pudiera siquiera deslizar la tela, Askeladd apresó sus muñecas para detenerla.
—Estás dispuesta a llegar muy lejos, loba —resaltó—. Pero no te confundas. Las cosas no se harán como tú quieres.
Askeladd no era un lobo que se permitiera flaquear fácilmente, mucho menos por una proposición envuelta en promesas de descendencia. Era un Rey, y el peso de su corona no le permitía sucumbir a cada tentación que se le cruzaba por delante.
La tomó de vuelta de la c