C12: Hagamos la prueba.

Los párpados de Azucena se abrieron con asombro. No alcanzaba a comprender del todo el sentido oculto, pero no tuvo oportunidad de preguntar. Él prosiguió, como si leyera en su mente la incertidumbre.

—Te ves débil… demasiado delgada. Y aunque dedicases semanas, incluso meses a reponerte, no sería suficiente. La mayoría de las lobas me temen. Muy pocas han osado acercarse, y todas ellas han muerto.

Azucena quedó conmocionada.

—¿P-porqué? —preguntó con temor a la respuesta.

—Jamás he forzado a ninguna hembra a entregarse a mí, pero nunca he prometido ser delicado. Cada una estuvo conmigo bajo su propio riesgo, y todas conocieron el precio. La muerte llamó a su puerta. Eran frágiles y quebradizas. Y tú no serás diferente a ellas.

Azucena se estremeció, pero no era ajena a lo que ella ya había intuido. Askeladd era un Alfa descomunal: alto, ancho de hombros, con la corpulencia de un depredador que domina su territorio. Ya había imaginado que, si se entregaba a un ser así de salvaje, podí
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