C107: No voy a disculparme.
La mazmorra de Askeladd era un lugar temido incluso por los más leales a él. No se trataba de simples celdas húmedas bajo tierra, sino de un complejo subterráneo dividido en tres niveles que parecían descender, escalón a escalón, hacia los mismos dominios del infierno.
El primer nivel era una prisión: allí eran encerrados los criminales, rebeldes o prisioneros de guerra, entre paredes de piedra impregnadas de humedad y oscuridad. Fue en ese mismo sitio donde Azucena había estado la primera vez que Askeladd la llevó al encontrarla en la frontera de Sterulia.
El segundo nivel, aún más temible, era el lugar del tormento. Allí los traidores y delincuentes sufrían castigos inenarrables: gritos, látigos, cadenas y cuchillas, y pocos salían con vida de esas profundidades.
Pero el tercer nivel era algo diferente, un dominio reservado solo para Askeladd. Allí, en las entrañas más hondas de la tierra, se encontraban criaturas salvajes que él mismo había capturado en los bosques y montañas. Eran