¿Era posible que la mujer en coma en Suiza hubiera tenido algo que ver con la muerte de mi madre? Leonard, siempre lógico, mantenía la calma, pero yo no podía evitar perderme en la maraña de preguntas que me asediaban. La confesión de la abuela era una mezcla de arrepentimiento y desesperación, un grito contenido durante años. Leonard me miraba con semblante grave, pensando en las posibilidades, en los pasos a seguir. Pero yo solo podía mirar a la mujer que me había protegido toda mi vida y sentir la profundidad del dolor que llevaba consigo.

—¿Crees que haya sido la tía quien realmente mató a mamá? —pregunté, dudando siquiera en pensar tal atrocidad.

—No saquemos conclusiones precipitadas sin conocer todos los hechos —intervino Leonard al ver lo afligidas que estábamos las dos—. Abuela, mejor vamos a ver los vídeos. Quizás usted pueda distinguir quién es la mujer que está en mi casa: la mamá de Clío o su tía. ¿De acuerdo? La abuela asintió, aunque sus manos temblaban al tomar la ta