La abuela abre el álbum con cuidado, como si cada página contuviera un fragmento de la historia que teme revelar. En la primera imagen, reconozco a una mujer joven, hermosa, con un vestido de novia. Mi corazón da un vuelco al notar el increíble parecido que tiene conmigo.  

—No te preocupes, abuela —dice Leonard—. La llevaré allá yo mismo, y disculpa que no me diera cuenta antes.  

—Gracias, pero no es por eso que te mandé a llamar, Clío —dice la abuela con un suspiro.  

—¿No? ¿Y entonces? —pregunté intrigada.  

—Quiero contarte algo, y quiero que los dos lo sepan —dijo ella muy seria, sin dejar de pasar las páginas del álbum.  

Leonard y yo intercambiamos una mirada breve antes de dirigir nuestra atención hacia la abuela. Cada gesto suyo parece cuidadosamente medido. La abuela se det