En la ciudad, Brayan mira al doctor sin poder aún asimilar lo que le ha dicho. Aprieta la mano de Gelsy, que está llorando de felicidad. Todavía sus mentes no comprenden lo que explicó el galeno. Es más de lo que ellos habían soñado.
—¿De veras, doctor? ¿Es cierto eso que dice? —preguntó Gelsy entre sollozos. —Sí, es cierto —afirma el doctor parado delante de ellos—, sus hijos han aceptado muy bien el trasplante de médula. Si todo sigue así, van a poder llevar una vida lo más normal posible. —¡Muchas gracias, doctor, muchas gracias! —agradecieron ambos padres, llenos de felicidad. —No tienen que dármelas. Es una lástima que haya pasado tanto tiempo. Si hubieran hecho esto cuando eran más pequeños, no habrían sufrido como lo hicieron. Gracias a Dios lo