Esta vez, es mi abrazo el que pretende mantenernos en este instante perfecto. Puedo ver la ilusión en sus ojos, una promesa de que la vida nos ha dado un camino por seguir que vale la pena.
—No me molesta, todo lo contrario —dice con una sonrisa pícara—. En el juego amoroso se vale todo, amor. Todavía tienes que aprender mucho. —Una pregunta, amor —lo detengo con algo que me tiene intrigada—. Si, como me dices, no te funciona con otra mujer, ¿cómo es que sabes tanto de sexo? —Un día contestaré a esa pregunta —contesta al ver cómo se abre la puerta—. Porque mira quién acaba de aparecer. —¡Papá, deja de aplastar a mamá! —grita Alan y corre a empujarlo de encima de mí, mientras río feliz. Leonard se hace a un lado con dramatismo, levantando las manos como si se declar