Tomo su mano, y en ese gesto silencioso hay mucho más que simples palabras. El amor siempre parece tener el increíble poder de unir lo que antes estaba fracturado, de enfrentar cualquier adversidad con una fuerza compartida.
—No me tienes que pedir perdón, te entiendo, cariño —le digo enseguida. —Lúa llamó para pedirme la mañana; dice que tiene que reunirse contigo y Gloria. Ya llegaron. David y yo nos vamos a la empresa —me informa mientras termina de arreglarse—. Quiero concentrarme bien en todo con ellos. ¿Viste los trabajos de Henry que me envió? ¡Son fantásticos! —Te lo había dicho, cariño, que él tiene tremendas ideas. En la escuela siempre cogía premios —contesto con una sonrisa por mi amigo—. No sé si te acuerdas de la película en pequeño formato que ganó el prim