119. TIENES QUE ENAMORARLA
Me pasé las manos por el rostro, tratando de organizar lo que había ocurrido en las últimas veinticuatro horas. Todo se sentía como un torbellino, como si el mundo hubiera girado demasiado rápido y yo aún estuviera buscando mi equilibrio.
—Ella sufre pesadillas todavía de esa noche —comencé a decir—. Estamos los dos muy enfermos y vulnerables. Se acostó y las pesadillas no la dejaban dormir. Al final, me hizo toda la historia de la manera en que la violé, David. No sabes qué miserable me siento por cómo la hice y aún la hago sufrir. Al darme cuenta de que era ella, le conté todo, le dije que era yo, que todo este tiempo la he estado buscando.
David me miraba con alegría y pena al mismo tiempo. Sabía que quería saber cada detalle de lo que había sucedido entre Clío y yo.
—Ella me grit&oac