Al llegar a la empresa, mi corazón latía acelerado. Pero cuando Leonard tomó mi mano, decidí caminar a su lado, orgullosa y segura. No tenía por qué ocultarme; él era un hombre y yo una mujer adulta. Ambos. No le debemos explicaciones a nadie. Leonard es el padre de mi hijo. Y aunque no estoy enamorada de él, no puedo negar que me gusta como hombre y creo que voy a llegar a amarlo. Porque en estos últimos días juntos me ha demostrado que no solo es el bruto y loco Leo, sino un Leonard muy considerado, cariñoso y respetuoso. Esa noche lo marcó y lo hizo sufrir, así como a mí. Por eso tomé su mano, decidida a caminar junto a él por el resto de mi vida.
—Clío, ¿qué pasó? ¿Por qué no tomabas mis llamadas? —preguntó Lúa en cuanto llegamos a mi oficina junto a Henry.—Disculpa, amiga, me dol&iacu