Auren
Me desperté sobresaltada, con el corazón latiendo contra mis costillas como un pájaro enjaulado. La habitación estaba sumida en la oscuridad, apenas iluminada por la luz plateada de la luna que se filtraba entre las cortinas. Permanecí inmóvil, conteniendo la respiración, mientras mis ojos escudriñaban cada rincón de la estancia.
Algo me había despertado. No un ruido, sino una presencia.
Me incorporé lentamente, deslizando la mano bajo la almohada donde guardaba una pequeña daga que había conseguido esconder. El metal frío contra mi palma me dio una falsa sensación de seguridad. Las lecciones de mi infancia resonaron en mi mente: _nunca bajes la guardia, nunca confíes plenamente, siempre mantén un ojo abierto mientras duermes_.
—¿Quién anda ahí? —susurré, aunque sabía que no obtendría respuesta.
El silencio que siguió fue más inquietante que cualquier ruido. Me levanté, deslizándome como una sombra sobre el suelo de piedra. La bata de seda se adhería a mi cuerpo mientras avanzab