Kael
El pasado nunca muere. Solo duerme, como un depredador paciente, esperando el momento adecuado para despertar y devorar el presente. Esta verdad me persigue mientras observo a Auren desde el otro lado del salón real, donde la luz del atardecer baña su perfil y convierte su cabello en oro líquido.
Hay secretos que he guardado durante tanto tiempo que se han convertido en parte de mi piel, en cicatrices invisibles que solo yo puedo sentir. Secretos que, de conocerlos, podrían hacer que Auren me mirara con otros ojos. No con deseo, no con esa mezcla de curiosidad y anhelo que a veces sorprendo en su mirada, sino con desprecio. O peor aún, con miedo.
La reunión del Consejo Real está por comenzar. Los nobles van llegando con sus mejores galas y sus peores intenciones, como cuervos enjoyados. Auren está sentada junto a la ventana, aparentemente tranquila, pero reconozco la tensión en sus hombros. Ha aprendido a moverse en este mundo de intrigas, pero sigue siendo un pez en aguas envene