Auren
La nota ardía entre mis dedos como si estuviera hecha de brasas y no de papel. La caligrafía de Kael, firme y decidida, me advertía sobre peligros que yo ya intuía, pero que ahora tomaban forma concreta. "No confíes en nadie. Ni siquiera en mí." Las palabras danzaban en mi mente mientras observaba el amanecer desde mi ventana.
¿Por qué el comandante de la guardia enemiga me advertiría? ¿Qué ganaba él con esto?
Doblé cuidadosamente el papel y lo escondí en el forro de mi vestido, cerca de mi corazón. Un lugar peligroso para guardar las palabras de un enemigo.
La corte se había convertido en un tablero de ajedrez donde yo era apenas un peón recién descubierto. Mi padre —el Rey que nunca me reconoció públicamente— me había traído al castillo para sellar una alianza mediante matrimonio. Un matrimonio que, según Kael, ocultaba intenciones mucho más oscuras.
—Señorita Auren, el desayuno está servido —anunció Mina, mi doncella, interrumpiendo mis pensamientos.
—Gracias, Mina. Dime, ¿ha