Capítulo 07.
La mañana se me fue enterrada entre papeles. No había pisado la empresa el día anterior y ahora mi escritorio parecía un campo de batalla: contratos abiertos, balances incompletos, correos impresos que pedían urgencia. Intenté hundirme en el trabajo, obligarme a ignorar las memorias de la noche que pasé con Armando… pero era imposible.
Cada vez que cerraba los ojos sentía sus manos recorriéndome, su voz grave susurrándome amenazas y promesas al mismo tiempo: “Mañana no podrás levantarte de la cama”. Y había cumplido. El recuerdo me hacía hervir de vergüenza y deseo a la vez. ¿Cómo había podido acostarme con él? ¿Qué me había poseído para entregarme de esa forma? Era mi socio, maldita sea. Un hombre con el que debía mantener distancia, y sin embargo… ya lo había dejado entrar en el rincón más vulnerable de mi vida.
Un golpecito en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—Valeria —dijo Cintia, con voz suave—, afuera están dos hombres que quieren verte. Dicen ser detectives.
Me puse de pie