Epílogo – La promesa eterna.
POV Armando.
Cinco años han pasado desde que vencimos a los fantasmas del pasado. Y, aun así, hay noches en las que despierto sudando frío, convencido de que volveré a abrir los ojos en medio de la selva, rodeado de fuego y de muerte. Pero entonces escucho una respiración tranquila a mi lado, el roce de su mano buscándome entre las sábanas, y recuerdo que no tengo que luchar más. Que la guerra terminó, que Valeria está aquí conmigo, y que nada ni nadie podrá arrebatármela otra vez.
El amanecer en la mansión tiene un sonido particular. Ya no es el silencio solemne de antes, cuando todo este lugar me parecía un mausoleo esperando su regreso. Ahora es un caos lleno de vida: pasos pequeños corriendo por los pasillos, risas que estallan sin permiso, discusiones entre Vanessa y Alessandro, los gritos de los trillizos reclamando atención. Y yo, un hombre que un día creyó que estaba condenado a la soledad, me descubro sonriendo como un tonto solo por escucharlos.
Me asomo al balcón y observo