50

Sofía

Volver nunca fue el plan.

No así. No tan pronto.

Pero algo en el aire —quizás el cansancio, quizás la nostalgia— me trajo de regreso.

La ciudad seguía igual.

Los edificios, los mismos. Las aceras, las mismas grietas.

Pero yo no.

Había aprendido a caminar con el mundo en los hombros y el corazón en paz.

Había hablado en salas llenas, en idiomas que no dominaba, y llorado en habitaciones solas. Había reído con extraños que se volvieron amigos, y dormido con la conciencia tranquila. Y sí, lo había extrañado.

Con cada nueva meta. Con cada logro. Con cada atardecer desde la ventana de un hotel elegante en el que deseaba encontrar su mirada.

Pero volví sin certezas.

No lo llamé. No avisé.

Solo volví.

Y me encontré ahí, frente al café donde todo comenzó, con las piernas temblándome un poco más de lo que admitiría.

¿Y si ya no estaba?

¿Y si había seguido adelante?

¿Y si yo también lo había hecho… y no lo sabía?

Empujé la puerta. El sonido familiar de la campanita me hizo tragar saliva.

Y entonces, lo vi.

Sentado en su mesa habitual. Una libreta abierta. Taza en mano. Cabello más largo. Mirada más serena. Mis ojos lo reconocieron antes que mi cuerpo.

Y ahí estaba.

Alexander.

El único lugar al que siempre quise pertenecer.

Alexander

No creí que volviera.

No porque no la conociera, sino porque sabía que había nacido para conquistar el mundo. Y no hay mayor prueba de amor que dejar libre a quien amas… incluso cuando todo en ti quiere quedarse atado a su sombra.

Pero seguí yendo al café.

Porque las cosas importantes necesitan constancia.

Porque una parte de mí —la más idiota y romántica— pensaba que si alguna vez regresaba, lo haría ahí.

Y, joder…

Lo hizo.

Ella cruzó la puerta como si el universo me respondiera con un regalo envuelto en seda y temblores.

Llevaba un abrigo claro, y el cabello recogido con descuido, como si hubiese salido corriendo. Pero su mirada… su mirada era la de una mujer que había vivido, amado, peleado, vencido.

Y me miraba como si yo todavía fuera su refugio.

No dije nada.

No podía.

Mis piernas se negaban a moverse, mi voz se ocultaba en alguna parte de mi pecho, y lo único que logré fue ponerme de pie.

Torpe. Ridículo. Totalmente rendido.

Sofía

No nos abrazamos.

No lloramos.

No hicimos el drama.

Solo sonreímos.

Una sonrisa larga. Verdadera. Cansada y feliz.

Me acerqué. Me senté.

No había necesidad de palabras.

Pero él las dijo igual.

Con esa voz baja, grave, que siempre conseguía revolverme las entrañas.

—Café… ¿con azúcar o sin?

—Con —contesté—. Aprendí a dejar de fingir que me gusta amargo.

Él rió. Un sonido real. Vibrante. Íntimo.

—¿Y tú? —pregunté—. ¿A qué te dedicas ahora que no me esperas?

—A escribir. De verdad esta vez. No solo ideas. Historias.

Pausa.

—Algunas… sobre ti.

Me derretí un poco. Internamente. No había cambiado tanto.

Alexander

Hablamos por horas.

Del clima, de viajes, de estupideces.

De cosas pequeñas. Las que importan.

Y mientras ella me contaba sobre Ginebra, sobre mujeres fuertes, sobre las luchas ganadas y las que aún quedan, yo solo podía mirarla.

Cada palabra suya era un recordatorio de por qué la dejé ir.

Y por qué, si me lo pedía, volvería a hacerlo.

Pero no lo hizo.

Solo se quedó ahí, con las manos sobre la mesa, sus dedos rozando los míos con una familiaridad dulce. Sin ansiedad. Sin prisas.

Solo nosotros.

Después de todo.

Después de tanto.

Sofía

Cuando el café cerró, caminamos.

No necesitábamos destino.

Solo pasos sincronizados y un cielo abierto sobre nuestras cabezas.

Él me miró, en uno de esos silencios que dicen más que cualquier poema, y me tomó la mano.

—¿Y ahora qué? —susurró, con esa voz que todavía conseguía desarmarme.

Lo miré.

Firme. Serena.

Llena de amor. Sin miedo.

—Ahora elegimos.

Él frunció el ceño.

—¿Qué?

Sonreí.

—No somos lo que fuimos. Somos lo que elegimos ser.

Pausa.

—Y yo… te elijo a ti.

Alexander no dijo nada.

Solo me abrazó.

Y en ese abrazo entendí que no volví para encontrarlo.

Volví para elegirme… con él.

Sigue leyendo este libro gratis
Escanea el código para descargar la APP
capítulo anteriorcapítulo siguiente
Explora y lee buenas novelas sin costo
Miles de novelas gratis en BueNovela. ¡Descarga y lee en cualquier momento!
Lee libros gratis en la app
Escanea el código para leer en la APP