Alexander
Hay fantasmas que uno entierra con los puños cerrados y los dientes apretados. Que sepulta en silencio, sin flores ni despedidas. Porque algunos demonios no se exorcizan, solo se encierran en jaulas mentales para no dejar que devoren lo que has construido.
Y yo había construido algo.
Después de todo lo que había pasado con Sofía, después de entender que el amor no se trata de ataduras ni de vigilancia, me propuse ser un hombre distinto. No un débil, no un sumiso… pero sí alguien que no confundiera protección con control. Ella lo merecía. Nosotros lo merecíamos.
Pero justo cuando comenzaba a respirar tranquilo… apareció él.
Lucien Moreau.
Solo ver su nombre en la pantalla de mi celular hizo que se me helara la sangre. No contesté. No devolví la llamada. Pero tampoco pude dormir esa noche.
Lucien era un error del pasado. Uno con traje caro, acento francés y una sonrisa que podía disfrazar los planes más sucios. Durante años, había sido un socio… y también una amenaza. Sabía de