Alexander
El mensaje me llegó como una maldita bala en el pecho.
“Sofía se va de la ciudad.”
No había un quizá, ni un lo está pensando. Solo una certeza cruel que me perforó desde dentro, desangrando lo poco que me quedaba de equilibrio. ¿Después de todo? ¿Después de lo que vivimos, después de cómo nos miramos, tocamos, dolimos…? ¿Ella simplemente decide desaparecer?
Otra vez.
—Maldita sea… —gruño mientras me levanto del asiento, el vaso de whisky en mi mano tiembla y termino arrojándolo contra la chimenea. El sonido del cristal quebrándose no apaga el rugido que siento por dentro. No esta vez. Esta vez no la dejaré ir.
No cuando todavía puedo saborearla en mis labios, olerla en mis sábanas, escuchar su risa apagada en los rincones de mi memoria. No cuando sé que me ama, aunque se esté arrancando el alma para protegernos a los dos.
El conductor apenas logra seguirme el paso cuando salgo como una tormenta por la puerta de mi casa. Me importa una mierda todo lo que tengo encima —negocio