Yo soy Luis, y desde el día que encontré a Catalina y a Martín en el supermercado, no he parado de pensar en ellos. Ver a esa mujer que conocí en la escuela — tan dulce, tan inteligente — convertida en una persona asustada, con heridas en el cuerpo y en el alma, y a su hijo con esa mirada triste de quien sabe que no le quiere su padre... me rompió el corazón.
Los llevé a mi casa ese día, y desde entonces viven conmigo. Mi piso es grande: tiene dos habitaciones, una para mí y otra que preparé para Catalina y Martín. El primer día, Martín entró en la habitación, vio la cama nueva, los juguetes que compré para él y se volteó a mirarme con los ojos llenos de lágrimas: "¿Esto es para mí, tío Luis?" Me abracé a él y le dije que sí — y en ese momento prometí que haría todo lo posible para que él y su mamá estuvieran seguros.
Los primeros días fueron difíciles. Catalina no se atrevía a relajarse — cada vez que escuchaba un ruido fuerte, se ponía tensa, pensando que era Ramón. Martín no hablab