Yo soy Diego, y desde el día que vi a Ramón levantar la mano para golpear a Martín, no he parado de sentir vergüenza. Vergüenza de ser su hermano, vergüenza de haber creído sus mentiras durante años, vergüenza de no haber ayudado a Catalina antes. Ahora, en la segunda jornada del juicio, soy testigo para defenderla — y sé que esto va a romper mi relación con Ramón para siempre. Pero no me importa: la verdad es más importante que cualquier cosa.
Llegué al juzgado con Raquel y Sofía. Catalina y Martín ya estaban allí con Luis y el abogado Jorge. Martín estaba nervioso, se agarraba a la mano de Sofía, que le decía cosas bonitas para calmarlo. "No te preocupes, Martín," le escuché decir. "Mi mamá y tu tío Diego van a decir la verdad, y papá no podrá mentir más."
A las 9 de la mañana, entramos en la sala. Ramón estaba en su banquillo, con su abogado Carlos — ambos tenían cara de preocupación. El juez Doña Elena se sentó y dijo: "Hoy continuaremos con las declaraciones de los testigos. Prim