Minerva insistió en llamar al escolta de Alexander y también cayó en el buzón. —¡No puede ser! Tan solo espero que no le haya pasado nada a Alexander, Dios mío— dijo la mujer, volviendo a tomar asiento.
  —¡Llegó un auto! Seguramente son ellos— exclamó Luisa, colocándose de pie y corriendo a la puerta. Al abrirla, ve a los escoltas apuntando a una mujer.
  —¿Son ellos?— preguntó Sofía, quien tuvo curiosidad y se acercó a la puerta. Ve a una mujer rodeada de los escoltas que la apuntan con sus armas y está vestida de oficial.
  —¿Quién es usted?— preguntó Sofía, enojada. Se supone que no debían encontrarlas.
  —Un gusto, soy la agente Velázquez. ¿Pueden por favor decirle a sus hombres que bajen las armas?— pidió, y Luisa negó con la cabeza.
  —¿Qué está pasando?— Minerva se asomó y vio la misma escena.
  —Señora Minerva Di Napoli, es un placer por fin conocerla.
  —¿Usted quién es?
  —Soy la agente Velázquez y busco a Alexander.
  Minerva recordó lo que le dijo Lucifero. —¡Bajen las arm