—¡Está todo listo!— Minerva, quien los vio desde una distancia, muy juntitos y mirando con picardía, interrumpió con su voz la química que estaba surgiendo entre su hijo y la niñera de sus nietos. Aceleró sus pasos y se acercó a ellos. Por lo que Leonardo tomó distancia, aún más irritado por la actitud de Sofía —Mis nietos te están esperando, Sofía.— dijo Minerva.
—¡Simplemente es una niñera, eso es todo! Espero que no se encariñe con mis hijos. Aunque, siendo honesto, quizás solo dure una semana en este trabajo— dijo Leonardo, mirando fulminante a la chica.
—Señora Di Nápoli, ¿me indica por favor dónde está la habitación de los niños?— preguntó Sofía, ignorando por completo a aquel hombre que por lo visto está dispuesto a hacerle la vida imposible.
—Al fondo, a la derecha, querida. Hay un pasillo; ellos están en la habitación que tiene la puerta de color rosa, que es la de la niña— le indicó Minerva, y Sofía asintió con la cabeza.
—Gracias, es usted muy amable— dijo Sofía, dirigiendo sus pasos hacia el lugar, pero luego se detuvo —Casi lo olvido, señora— se giró para mirarla —debo irme esta noche; regresaré antes de que los niños despierten.
—Lo más beneficioso es que te quedes aquí a dormir, querida. Después de todo, tendrás lo que necesitas, a menos que tengas un novio— dijo Minerva, mirándola con intriga.
—De hecho… sí tengo novio— mintió Sofía, porque temía que si decía que no, no la dejaran salir —Prometo que esto no afectará mi trabajo… Además, hoy es mi cumpleaños y quedé en celebrar— agregó, y bajó su mirada porque Leonardo la intimida
—¡Vaya, es tu cumpleaños! Mira que regalo te ha dado la vida el día de hoy. Aunque lo veas como una desgracia, con el tiempo comprenderás muchas cosas, Sofía. Ya que tienes novio…— dijo Minerva, pronunciando la palabra "novio" de manera pausada para que su hijo no se atreviera a meterse con ella —puedes salir las veces que sea necesario, cuando los niños estén en clases y cuando ya duerman. ¿Estamos claras en esa parte?
—Gracias, me retiro— dijo Sofía, y se marchó, ya pudiendo soltar el aire retenido por causa de Leonardo Di Nápoli.
—Leonardo, no lo arruines— dijo Minerva.
—No sé qué hablas, madre. Iré a darme un baño; tengo una reunión por la noche— respondió Leonardo.
—Es suficiente con el daño que le haces a tus hijos con lo distante que eres. No lo arruines, Sofía cayó como un ángel del cielo, Leonardo, y sé que no fui la mejor madre contigo, ni con tus hermanos, pero sabes que la vida que llevamos no es fácil. No arrastres a tus hijos a lo mismo; tú puedes hacer una vida diferente— dijo Minerva.
—Me gusta lo que soy, madre, y no lo pienso discutir porque ni tú ni nadie me hará cambiar de opinión— se dio la vuelta para irse; no le gusta discutir con Minerva.
—¿Y tus hijos? ¿Si ellos llegan a saber la verdad y te piden dejar esa mala vida, tú lo harías?— preguntó Minerva.
Leonardo sonrió con amargura y, sin voltear a mirar a su madre, le dijo:
—Se lo pedí a mi padre. ¿Y adivina qué? ¡Siguió con su mala vida!— Dicho eso, se marchó a su habitación, y los ojos de Minerva se tornan llorosos, sintiendo un nudo en su garganta sin poder pronunciar palabra alguna.
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—¡Te he dicho que te vayas! ¿Qué parte no entiendes?— Lucifero está enojado. Maggie no quiere irse hasta no ver a su mejor amiga.
Maggie sale enojada de su auto y cierra la puerta de un portazo para que ese hombre entienda que su palabra es firme.
—¡No me grites, cabeza hueca!— lo señala, acercándose a él con desdén —¡Vine con Sofía y de aquí no me voy hasta que ella me lo diga!
—¡Bien, quédate ahí como una tonta esperando!— le grita, y ella frunce el ceño. Justo cuando iba a escupir palabras ofensivas, ya que esa es su esencia, aparece Minerva, quien justo va saliendo en su auto.
—¿Qué sucede?— pregunta, quitándose sus gafas, ya que seguramente el rastro de ojos llorosos ha desaparecido.
—Señora Minerva— Lucifero la mira con respeto —la niñita— mira a Maggie —no quiere irse. Le he dicho que su amiguita ha sido contratada y no puede salir aún.
—¡Es cierto!— afirma Minerva —Soy la abuela, linda. Puedes irte tranquila y venir a las 7 de la noche por Sofía. Me ha dicho que está de cumpleaños y los va a celebrar. No te preocupes, solo que mis nietos necesitaban atención con urgencia, por eso no puede salir para darte el recado y enviamos a Lucifero.
—¿Lucifero? ¡Puff! ¡Qué nombre tan ridículo! ¡Ni que diera miedo!— susurra, rodeando sus ojos, e inmediatamente el rostro del hombre se enrojece de la cólera. —Siendo así, muchas gracias por la información, señora, y claro que vendré a buscar a mi amiga— se acerca a su auto y se sube.
—Adiós, querida— Minerva, al ver que la muchacha se ha calmado, se marcha.
—¿Cómo te atreves a meterte conmigo? ¡Ni siquiera me conoces!— él se acerca a ella con determinación.
—¡Huy, qué miedo! ¡El tinieblo de Lucifero me va a asesinar!— se burla —¡Eres un idiota!— arranca antes de que él se acerque en totalidad
—¡Mocosa insoportable!— le grita, y ella saca su mano izquierda por la ventana para luego sacarle el dedo del medio y burlarse. Eso sí que lo hizo estallar.
—¡Me la pagarás, mocosa!— espetó, mirando la placa del auto.
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Sofía llega a la habitación de los niños y abre la puerta, la niña está llorando y el niño a su lado dándole consuelo. —hola… ¿puedo pasar?— pregunta nerviosa, pero los niños no le responden —Yo… quiero conocerlos, pero que hermosa habitación, es muy, pero muy linda
—se que estas aquí por dinero, mi abuela y padre todo lo resuelven con dinero, queremos a nuestra madre, no a una mujer desconocida— Michelle es un niño sumamente inteligente
—Solo necesitamos tiempo para conocernos. acepto que estoy aquí por trabajo, pero siento que entre los tres nos podemos ayudar
—¡No te necesitamos!— espeto Michell y Sofia baja su mirada, no pensó que fuera tan difícil que los niños la aceptaran
—Las cosas van a cambiar, lo prometo, pequeños. Solo es cuestión de tiempo, pero todo mejorará, y para eso necesito su ayuda…— suelta un largo suspiro —Ser niñera no es fácil, sin embargo, les pido disculpas si les causo incomodidad. Les daré todo el amor y la atención. ¿Iniciamos de cero?— sonríe con debilidad, pero ninguno de los dos le responde
Lo que Sofía y los niños no saben es que están siendo observados por una cámara oculta en esa habitación, y es Leonardo quien los esta vigilando.
MANSIÓN FAMILIA ROZZI.—¡Reconquista a Sofía!— Antonio es reprendido por su padre y madre al saber el error que ha cometido su único hijo.—¿Acaso no escuchan?— vocifera —¡Ella no me quiere volver a ver! Ni modo de decirle que estaba alucinando, me vio en acción—. Suelta un suspiro de disgusto cuando siente un ardor palpable en su mejilla derecha; su madre, Lucrecia, lo ha golpeado.—¡Todo iba perfecto y la tienes comiendo de la mano!— lo reprende su madre.—¿Acaso no podías follar en otro lugar que no fuera en tu oficina?— su padre, Riccardo, está tan furioso —¡Sofía es la única mujer que aprueba tu abuelo, y si no es ella, no es ninguna! ¿Acaso quieres que toda la herencia, la empresa, pase a manos de tu primo? Siendo así, sería un fraude; tú serías una vergüenza para nosotros—. Habla con dureza.—Eso no pasará; mi primo no tomará posesión de lo que tanto he trabajado. Buscaré a Sofía— dice, mirando a su madre con resentimiento por la bofetada que le dio.—¡Espero que todo vuelva a
Sofía se sonroja totalmente hasta las orejas. No puede creer que ese hombre le esté haciendo semejante propuesta. No logra entenderlo y, por más que quiere reaccionar, su cuerpo está estático ante semejantes palabras tan tentadoras. ¿Quién no querría estar con Leonardo Di Napoli? Incluso su mejor amiga ha hablado de él, el hombre inalcanzable de Italia. Lo ve sonreír con malicia y luego apartarse sin dejar de mirarla, dejándola sin aliento— No te hagas ilusiones — le dice volviendo a su frío temple — Mañana, puntual. Si no, estarás despedida. Se da la vuelta y se marcha, dejándola perpleja. Ella sacude la cabeza y luego mira a todos lados, está avergonzada por lo que pasó.— Eres un… ¡no te soporto, Leonardo Di Napoli! Eres igual que todos los hombres — sale de la mansión por el mismo lugar por donde él salió, solo que ya Leonardo tiene ventaja porque arrancó en su Lamborghini de manera acelerada, levantando algo de polvo y haciendo que ella achine los ojos hasta que todo vuelva a la
—Hablemos, por favor— le suplica al verla estática.Ella lo volteó a mirar con su frente en alto y lo miró directamente a los ojos. —¡Infeliz, déjala en paz!— Maggie le lanzó una mirada asesina.—Por favor, Sofía, hablemos. Si quieres gritarme, hazlo. Estás en todo tu derecho, mi amor, pero por favor, dame 5 minutos de tu tiempo, cariño—. La tomó de la mano y Sofía se soltó de su agarre de manera disimulada mientras Leonardo estaba observando detenidamente.—No, amiga, no hables con él— pidió Maggie sin dejar de mirarlo con enojo.—¿Me arrodillo?— preguntó Antonio a Sofía. Entonces, ella recordó que su jefe estaba ahí, por lo que no quería un espectáculo.—Vamos a otro lugar— dijo Sofía, y Maggie se enojó aún más.—¿De verdad vas a ir con ese idiota después de lo que te hizo?—Maggie, baja la voz. Prometo que no tardaré. Confía en mí— pidió, y Maggie mordió su lengua para no maldecir a Antonio.Sofía y Antonio se marcharon a la parte trasera del lugar, donde había un pequeño jardín.—
A Leónardo le hierve la sangre y se marcha junto a Lucifero.—Sabes que debes cuidarte, Leónardo, no quiero ir a la prisión.—¡No quiero escucharte!—¡Tienes que hacerlo! Solo piensas con la cabeza caliente y no estás solo en este mundo, tus hijos te necesitan, maldición. Solo no te dejes llevar por la ira.—¡Al diablo toda esta mierda! Lleváme a revisar toda mi mercancía.Sube a su auto y Lucifero hace lo mismo, pero para manejar.—Eres mi jefe, te respeto y te admiro, pero también estoy aquí para ser sincero contigo y no entiendo por qué estabas golpeando a Antonio. ¿Por qué delante de la niñera?—Da igual, esa mujer no volverá a la mansión, ella no es suficiente para el papel que le corresponde.Saca un cigarrillo de su blazer.—¿La corriste?—¡Sí! ¿Cuál es el problema? Ella se lo buscó. Te dije que no era la indicada. Ahora, tema cerrado. Y maneja bien, aumenta la velocidad, manejas como una niña....—¡Joder! —Maggie encuentra a Sofía intentando despertar a Antonio—. ¿Qué carajos
—¿Sofía?— la menciona Maggie, quien estaba en la sala de espera y, cansada de esperar, se puso a caminar y la encontró con Lucrecia. —¿Nos vamos?— pregunta al ver cómo Lucrecia la tiene tomada de las manos.—Sí…— responde, pasando saliva, y se suelta cuidadosamente del agarre de la madre de Antonio.—Por favor— suplica la mujer—, no olvides lo que te dije. Espero que puedas venir a casa a visitar a Antonio; le haría bien tu compañía. Ve a descansar, querida— se despide y se da la vuelta, dirigiendo sus pasos a la habitación donde está Antonio.—¿Hey, Sofía?— Maggie se acerca al verla estática.—Yo…— susurra.—¿Acaso se murió el odiota?—Maggie, por Dios… No es eso. Vamos, me siento agotada y tengo poco tiempo para descansar.—Pero tú y yo tenemos que hablar; tenemos una conversación pendiente.—Te lo diré yendo a casa, pero ya sabes que no puedes decirle a nadie; esto es confidencial....Leonardo llega a la mansión faltando 20 minutos para las 4 de la mañana. Lo primero que hace es i
—¿¡Qué parte de que no te quería ver aquí no entendiste!?— le alza la voz, y ella traga grueso, deseando escapar de la cercanía letal de Leonardo Di Napoli.—Necesito este trabajo…— dijo arrastrando las palabras al tenerlo a escasos centímetros y observa detenidamente cómo la toma del cuello sin ejercer fuerza.—Las personas débiles como tú no son dignas de estar a mi lado— sin pensarlo dos veces, le coloca la punta del arma en la mejilla derecha, haciéndola cerrar los ojos—. Los débiles me irritan, y te quiero lejos de mi vida y la de mis hijos, ¿entendiste?—Entonces mátame, hazlo— se atrevió a decir abriendo sus ojos lentamente.—¿Eso es lo que quieres?— pregunta él con arrogancia.—Sí… porque es la única manera que usted me sacará de aquí… estoy segura que su madre lo sabrá, señor Di Napoli. Yo a usted no le he hecho nada, cuando ha sido usted quien me ha atacado desde que llegué a esta casa.—Puedo desaparecerte, a ti y a tu novio de mierda.—Haga lo que usted vea conveniente, p
—Venga conmigo, le buscaré un vestido, señorita Mangano —Cedric sonríe para sí mismo, y Sofía lo sigue intentando cubrir la abertura.Al ingresar a la sala principal, ella mira hacia el comedor y allí está Leonardo, desayunando con elegancia y suma seriedad. Él puede sentir esa mirada y, al verla, le lanza una mirada de enojo y ve cómo ella intenta cubrir su abertura, lo cual es inútil, ya que tiene unas piernas tentadoras y bien torneadas que a él lo incomodan y lo hacen alucinar, lo que lo enfada mucho. Ella lo hace sentir algo extraño en su cuerpo.Sofía no podía dejar de mirarlo, deseaba poder meterse en la mente de ese cruel hombre. Pero luego observa que él deja los cubiertos sobre el plato, sin terminar su desayuno, como si verla le hubiera quitado el apetito.—Este vestido posiblemente le quede —dice Cedric acercándose a ella. Pero Sofía estaba mirando cómo Leonardo se iba, por lo que hace resonar su garganta y ella lo voltea a mirar.—Disculpe...—Vaya a cambiarse, le queda p
Leonardo la mira fijamente a los ojos, la está analizando, y al percibir lo que causa en ella sonríe malicioso, dejándola estupefacta. Sofía pasa saliva y su corazón acelerado la delata; no entiende cómo no puede dejar de mirar, luego de lo cruel y despreciable que es Leonardo. —Conmigo no te va a funcionar tu jueguito de seducción —dice, dándose la vuelta para marcharse. La hipnotización de Sofía culmina; reacciona y niega con la cabeza por haber sido tan tonta. Pero ¿cómo resistirse a un hombre como él? Si aún enojado se ve guapo, y esos tatuajes, los de su cuello, brazos y pecho... Ese hombre es arte, tallado por los mismos dioses, sin un defecto físico. Simplemente es guapo, y su presencia cautiva a toda mujer. —¡Señor Di Napoli! —lo menciona, acercándose a él, y este se detiene para mirarla—. Dém e mi móvil, por favor. —No lo haré. Te lo daré cuando sean las 7 de la noche. Ahora, a trabajar. Solo pierdes tiempo. —¡Eres insoportable! —Y me da igual. Si no me importa lo