Desde que desperté en ese plano espiritual, algo en mí había cambiado. No solo había regresado con Kian y la manada, sino que dentro de mí ardía una llama que ninguna Luna había poseído antes. Fuego y luna, luz y sombra, coexistían en mi interior como fuerzas opuestas y complementarias.
Cada vez que el sol desaparecía y la luna tomaba su lugar en el cielo, sentía cómo mi poder se agitaba con intensidad. No era solo un don; era una responsabilidad que empezaba a quemarme por dentro.
Giovanni, siempre el sabio, notó el cambio casi de inmediato.
—Lina —me dijo en una de nuestras primeras sesiones de entrenamiento—, lo que está ocurriendo es algo que nunca antes hemos visto en una Luna. Tu energía es mucho más poderosa, pero también mucho más volátil.
Fruncí el ceño, tratando de controlar el temblor que sentía en mis manos.
—¿Volátil? —pregunté—. ¿Significa que no puedo dominarlo?
Giovanni negó con la cabeza y me miró con paciencia.
—Significa que tienes que aprender a canalizarlo. De lo