La noche era profunda y el cielo estaba cubierto por una marea de nubes oscuras que apenas dejaban filtrar la luz de la luna. El templo antiguo se alzaba majestuoso, rodeado por los cuatro estandartes que representaban a los clanes más poderosos de la región: los Lobos de Hielo, los Guardianes del Valle, los Hijos de la Tempestad y los Caminantes de la Sombra. La atmósfera estaba cargada de tensión, y el aire parecía vibrar con el peso de las miradas que esperaban en silencio.
Yo, Lina, me encontraba en el centro del gran círculo ceremonial, vestida con una túnica blanca bordada con símbolos de plata y fuego, símbolos que reflejaban mi esencia como Nodo de Reencarnación. El sonido de tambores ancestrales resonaba al ritmo de un pulso lento pero firme, y el humo de la resina sagrada ascendía en espirales hacia el cielo nocturno. Sabía que esta noche marcaría un antes y un después. Los cuatro clanes me habían convocado para presentarme como Heredera de la Luna, la líder destinada a guia