Las lágrimas volvieron a caer, y Sabrina murmuró:
—Muchas gracias. De verdad. Y puedes quedarte tranquila, Zoe. No voy a recurrir a la justicia para pedir custodia compartida. Sé que ella tiene su vida ahí, su rutina con ustedes. Tú eres más madre de ella que yo. Y, como dijiste, ella y Miguel son inseparables.
Zoe sonrió con complicidad.
—Y también con Arthur. ¿Puedes creer que tuvo que viajar a Brasil por trabajo y dijo que estaría fuera un mes? A la semana regresó corriendo porque Clarisse se enfermó de fiebre por extrañarlo tanto. No comía bien, pasaba triste, lloraba todo el tiempo… y eso que hablaban por videollamada todos los días.
Sabrina sonrió en silencio, secándose las lágrimas.
—Me alegra escuchar eso.
Zoe asintió, sonriendo también.
—Arthur es insoportable con Clarisse, no tienes idea. ¿Recuerdas cuando te dije que iba a amarla tanto que llegaría a ser asfixiante? Pues cumplió.
Sabrina sonrió con ternura.
—Jamás voy a olvidar aquella conversación nuestra.
—Entonces… —Zoe