Entonces, Álvaro se volvió hacia Arthur, tomando del respaldo de la silla una pequeña bolsa femenina.
—Esta es la bolsa de Sabrina —dijo, extendiéndola.
Arthur la tomó, observándola por unos segundos antes de alzar la vista hacia el abogado.
—Guárdala contigo, Álvaro… y entrégasela a sus padres cuando lleguen. ¿Pudiste hablar con ellos?
—Sí, ya me puse en contacto con sus padres, pero no podrán llegar a Brasil hasta mañana —respondió el abogado.
—Dios mío… deben estar desesperados —murmuró Eloísa, llevándose una mano al pecho.
Entonces Álvaro miró a Zoe.
—Zoe, me informaron que Sabrina quiere hablar contigo.
—No —respondió Arthur de inmediato, con firmeza, sin dejar espacio para discusión.
Otto frunció el ceño, dejando ver su incomodidad.
—¿Y qué querrá esa mujer con mi nuera?
—No tengo nada que hablar con Sabrina —respondió Zoe con voz serena, aunque cargada de control.
Eloísa dio un paso adelante y le tocó suavemente el brazo.
—Hija… sé que no es fácil para ti, pero quizás quiera de