Celina sonrió en medio del llanto. Era como escuchar el final de una sinfonía larga y dolorosa, pero finalmente en armonía. La redención de Emma era evidente.
—Él me hizo volver a estudiar. Cursé Psicología. Después, Derecho. Conseguí trabajo en la Universidad… y hoy soy rectora. Todo fue gracias a él, que ayudó a una mujer que no tenía nada que ofrecer, y también a mis ganas de cambiar.
Emma miraba ahora a su hija con orgullo en los ojos. Sí, había dolor en sus recuerdos, pero también una fuerza inmensa, una historia de superación.
—Él me ayudó a buscarte. Fue James quien descubrió que mi padre… —su voz vaciló— …que mi padre mandó a matar a tu papá, hija. James fue tan noble… nunca me incitó al odio, al contrario. Dijo que debía perdonar. James fue todo para mí.
Celina abrió los ojos, atónita por la revelación, pero no se atrevió a interrumpir. Tenía la garganta cerrada, las palabras se habían esfumado.
Emma tomó sus manos con ternura.
—¿Sabes que él nunca sintió celos de que guardar