El silencio que siguió fue pesado.
—¿Qué? —la voz de Arthur sonó temblorosa, casi un susurro.
Thor respiró hondo y continuó:
—La mujer que amas está esperando un hijo tuyo. ¿Entendiste? El hijo que tanto querías con Zoe, hermano. En unos meses va a nacer y va a necesitar a un padre presente y con la cabeza en su sitio. Ya es hora de que dejes de castigarte. Levántate y pelea.
La línea quedó muda. En lugar de responder, Arthur simplemente colgó.
Se quedó allí, inmóvil, mirando a la nada mientras apretaba el teléfono con fuerza. La silla de ruedas le pareció más fría que nunca. Todo giraba alrededor de esa frase:
“Zoe está embarazada.”
Sintió las palabras retumbarle en el pecho. Inspiró despacio, con los ojos húmedos. Estaba cansado de huir, de castigarse, de hundirse en la autocompasión. Volvió a tomar el móvil con las manos temblorosas y marcó.
—¿Sí, hijo? —contestó la voz firme y paternal de su padre.
—Papá… —dijo Arthur sin rodeos—. Voy a empezar el tratamiento. Necesito volver a ca