Habían pasado unas horas.
Dentro de la UCI, Celina seguía dormida, pero viva. Los monitores ya no sonaban con desesperación. Su pulso se había estabilizado, la presión estaba controlada gracias a la medicación intravenosa. Su cuerpo aún era frágil, vulnerable, pero seguía luchando.
Thor recibió autorización para entrar unos minutos.
Cuando lo guiaron hasta la cama, el corazón le dio un vuelco. Allí estaba ella… viva. Cada bip del monitor era una victoria silenciosa.
Se sentó junto a la cama y tomó su mano con cuidado, la emoción desbordándosele por dentro.
—Me diste el mejor regalo del mundo, amor… —susurró—. Dos princesitas, las más hermosas del universo. Pensé que te perdería, mi vida. ¿Qué habría sido de mí sin ti?
Se inclinó y apoyó la frente en la de ella.
—Te amo más que a nada en esta vida.
Volvió a mirarla.
—Te juro que me voy a hacer una vasectomía. No quiero verte sufrir nunca más. No quiero volver a sentir que te estoy perdiendo.
Pocos minutos después, salió del cuarto, con