Arthur habló con esfuerzo, la voz cargada de culpa:
—Me odio por todo. Por cada mentira, por cada silencio, por no haberte dado elección. Pero, lamentablemente, no puedo volver atrás y cambiar nada. Vas a encontrar a un hombre bueno, Zoe… alguien que te ame, te respete y te haga feliz.
—De nada sirve odiarte ahora, Arthur. Deberías haber pensado en eso cuando te acostaste con ella. Cuando creíste que podías controlarlo todo. Yo ya no soy esa mujer llena de sueños, la que creía en el amor. Aquella mujer alegre que un día conociste… murió. Tú la mataste.
Zoe le dio la espalda un momento, respirando con dificultad, tratando de recomponerse. Pero entonces vio un sobre sobre la mesa lateral, con la palabra DNA escrita en la etiqueta. Sus ojos se fijaron allí, como atraídos por un imán. Lo tomó con manos temblorosas. Lo abrió.
Exámenes. Ecografía. El nombre de Sabrina en el encabezado.
Su cuerpo se heló.
Giró lentamente hacia Arthur, los ojos abiertos de par en par, el aire atascado en el p