El gran día finalmente había llegado.
Zoe despertó con el corazón acelerado antes de que el sol terminara de salir. La claridad suave de la mañana se colaba por las ventanas de su cuarto y ella luchaba contra la ansiedad. Después de un rápido desayuno, partió con su madre hacia el lujoso Palacio de los Cedros, en São Paulo. Los detalles clásicos de la arquitectura y el inconfundible aroma a jazmín fresco impregnaban el aire. Era allí, en ese palacio de ensueño, donde se casaría con Arthur.
Esa semana Zoe había regresado de Estados Unidos radiante. La sesión de fotos pre-wedding había sido un sueño: imágenes deslumbrantes capturadas en los jardines del Palacio, con el vestido ligero ondeando al viento y su sonrisa reflejando toda la emoción de una mujer que sabía que estaba a punto de vivir el amor de su vida.
Ahora, el salón reservado para la novia hervía de emoción. Zoe vestía una bata de satén rosado con su nombre bordado en dorado en la espalda, rodeada de sus damas de honor: Ava,