James la atrajo con cuidado hacia sí, pasando un brazo por sus hombros.
—Eres una mujer fuerte, Emma. Y una madre valiente. Has enfrentado todo esto con dignidad. Y Celina lo verá. Tarde o temprano, va a reconocer a la mujer en la que te convertiste. Va a querer saber más de ti. Va a querer escucharte.
Emma apoyó la cabeza en el pecho de James, con los ojos fijos en el techo.
—Y cuando ese día llegue… yo estaré aquí. Con los brazos abiertos.
En el silencio que siguió, el sonido de la lluvia que empezaba a caer llenó el ambiente, como si también bendijera aquella promesa silenciosa de una futura reconciliación. El amor de una madre, paciente y persistente, seguía intacto. En cada latido del corazón de Emma había esperanza. Y en la respiración profunda de James estaba el apoyo de un compañero que sabía que el amor, cuando es verdadero, siempre encuentra el camino de regreso.
Había pasado un mes desde la boda civil de Celina y Thor, y la nueva mansión se había convertido en un nido de fe