Thor lo notó y se acercó:
—¿Estás seguro de que estás nervioso por la boda o por algo que aún no fuiste capaz de contar?
Arthur respiró hondo.
—Sé que no he sido del todo honesto con ella. Y eso me carcome por dentro. Pero tengo tanto miedo de perderla...
Thor no insistió. Solo le dio una palmada en el hombro y dijo:
—Hoy es el día de celebrar el amor. El resto lo enfrentarás con madurez y valentía cuando llegue el momento.
Al poco rato llegaron los profesionales de belleza para preparar al novio, al padre y a los padrinos. Cabello, barba, zapatos lustrados, cada detalle revisado con precisión. Otto ayudó a Arthur a ponerse el traje, ajustándole la corbata de lazo con manos temblorosas de emoción.
—Estás guapísimo, hijo. Y ella se quedará sin aire al verte.
Arthur no respondió. Solo asintió, con los ojos humedecidos.
Gabriel, percibiendo el clima solemne, intentó animar el ambiente con bromas:
—Solo falta que te desmayes en el altar. Pero tranquilo, que yo tengo buenos reflejos.
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