Celina se giró sobresaltada, sus ojos se encontraron con los de él, que estaban tan cerca, tan intensos, tan peligrosamente contenidos.
— ¿Crees que puedes provocarme así y simplemente ignorarme? —susurró Thor, con voz grave y baja, pero llena de algo que ella no supo identificar de inmediato. ¿Ira? ¿Deseo? ¿Una mezcla enloquecedora de ambos?
Celina intentó soltar su brazo, con el corazón acelerado, pero estaba paralizada. Por el contacto. Por la mirada. Por la tensión que se acumulaba como una tormenta a punto de estallar.
Y fue allí, en ese preciso momento, cuando se dio cuenta: algo entre ellos estaba a punto de explotar.
— Quizás porque me estás sacando de quicio —espetó él, y la frase quedó suspendida en el aire, como una verdad que él mismo no quería decir en voz alta.
Celina sintió un nudo en el estómago. No por la ira, sino por el efecto que esas palabras, pronunciadas con tanta rabia y dolor contenido, le causaron. Odiaba lo que él hacía con sus sentimientos. Odiaba aún más