Dentro del despacho, Thor se giró de golpe. Emma, sentada detrás del escritorio, palideció al verla; se quedó inmóvil, los ojos empañados.
—Celina… —Thor dio un paso hacia ella, pero ella alzó la mano con un gesto claro.
—Amor, ¿qué haces aquí?
Celina avanzó un paso, con una media sonrisa ácida, los ojos nublados, incrédula ante lo que acababa de escuchar.
—Repite lo que dijiste, Thor. Por favor. Repítelo.
Emma se levantó de la butaca, los ojos suplicantes.
—Celina, querida… cálmate, siéntate aquí, hablemos.
—No me digas que me calme —escupió Celina entre dientes, la mirada clavada en Emma—. No estaba hablando con usted —añadió, volviendo los ojos a Thor.
—Vida, por favor, siéntate, te vas a descomponer —dijo Thor, acercándose y sujetándola de los hombros, intentando conducirla a la silla.
Celina le aferró los brazos, las lágrimas rodando, suplicando que lo que había oído fuera mentira.
—Amor, repite lo que acabas de decir. ¿Es algún tipo de broma? ¿Es eso? Por favor, amor, ya no tene