Habían pasado dos días desde la noche aterradora de la persecución. Thor se empeñó en mantener a Celina a su lado, lejos de cualquier amenaza. Pasaron esos días prácticamente recluidos en el ático, aprovechando el tiempo para descansar, reconectarse y vivir momentos simples pero preciosos. Thor se dedicó por completo a ella, apartando reuniones y compromisos para asegurarse de que Celina estuviera tranquila y protegida, intentando disipar la tensión y el miedo que todavía flotaban en el aire.
La mañana del miércoles, el abogado de Thor, un hombre serio y experimentado, llegó al ático para tratar un asunto delicado: los papeles del divorcio de Celina. El ascensor se abrió directamente en la sala y Celina lo recibió con una sonrisa educada, aunque en sus ojos se notaba la tensión.
—Buenos días, señora Celina. Thor me pidió que trajera estos documentos para iniciar el proceso de divorcio —dijo el abogado, extendiéndole la carpeta.
Celina respiró hondo, pasando nerviosamente la mano sobre