El lujo del hotel cinco estrellas en pleno corazón de São Paulo contrastaba con la tensión que se respiraba entre César e Isabela. En cuanto entraron en la habitación, Isabela arrojó el bolso sobre el sofá y se dirigió al minibar, sirviéndose una copa de vino. César, siempre frío y calculador, se quitó el saco y aflojó la corbata, observándola con ojos atentos.
—Thor y Celina ya están de vuelta —dijo Isabela con aparente casualidad, girando el vino en la copa.
—Ya lo sé —respondió César sin mostrar sorpresa, desabrochándose los puños de la camisa.
Ella se acercó, sus dedos ágiles deshaciendo el nudo de la corbata de César y tirándola al suelo con lentitud.
—Creo que deberíamos aprovechar esta oportunidad —murmuró, pasando las manos por su pecho—. Podríamos intentar separarlos ahora. Es el momento perfecto.
—¿De qué estás hablando, Isabela? ¿Tienes alguna prueba o solo estás jugando otra vez? ¿Es otro de tus numeritos? Ya me cansé de ese aire de niña mimada.
Ella mordió su labio, diver