Habían pasado algunos días desde la noche de diversión entre las parejas en la mansión. Arthur había regresado a Brasil, pues tenía cirugías programadas y compromisos en el hospital, y Zoe lo acompañó, ya que Thor le había asignado algunas tareas profesionales en São Paulo. Mientras tanto, él y Celina permanecían en Nueva York, aprovechando momentos a solas siempre que podían.
Aquella tarde, Celina estaba en el despacho, sentada frente al portátil, escribiendo las últimas líneas de su primer romance. El corazón le latía acelerado mientras redactaba el desenlace, con las lágrimas amenazando caer de sus ojos. Cuando por fin terminó, respiró hondo, un torrente de alivio y orgullo invadiéndola. Había concluido su primer libro.
Aún emocionada, oyó sonar su móvil. Al contestar, la sorprendió la voz de Emma Callahan al otro lado de la línea.
—Hola, Celina. Espero no estar interrumpiéndote.
—Para nada, Emma. ¡Qué gusto oírla! —respondió Celina, sonriendo.
—Iba a mandarte un correo, pero como